viernes, 26 de septiembre de 2008

¿TODO SERÁ MOSTRADO?[i][ii]

Crítica realizada por Maria esther Burgueño en base a lo trabajado en su escuela de espectadores junto a Gabriela Braselli. Publicado en Caras y Caretas.


Los autores: Alejandro Gayvoronsky, Luciana Lagisquet, Gabriel Calderón, Santiago Sanguinetti.

El adjetivo que da título a la obra seguramente operará como atracción o repulsión para unos u otros. La obra que da contenido a este título es una reflexión inteligente y profunda sobre el fenómeno de la obscenidad, la escatología, la pornografía que no desdeña en absoluto el pensamiento de Corinne Maier, Baudrillard, Passolini, entre otros presentes en esta investigación que se convierte en una apasionante aventura teatral.

La premisa es no creer enteramente en lo que se anuncia. Habla de “tres historias”, la violenta, acontecida en 1978, la escatológica, de 1988, la pornográfica de 1998, contadas simultáneamente en 2008. Esto no es así. En realidad todas son versiones de la misma historia, la que parte del diario de una empleada doméstica, que trabaja en la casa de Richard, un militar torturador y su esposa paralítica, Ana. María Auxiliadora, la empleada, convierte sus observaciones en libro y ese libro atraviesa la pieza en diferentes versiones. Estas son la historia misma luego recogida en el libro, una obra de teatro de vanguardia, hecha por un elenco femenino que aligera la historia quitándole sus componentes brutales, y una película pornográfica de bajo presupuesto que la convierte en una trivialidad absoluta. En fin “la banalización del mal” de la que habla Hannah Arendt.

Tampoco es verdad que “todo será mostrado”. Por una interesante utilización de la iluminación, hay cosas esenciales que no lo serán.

El espectador es sometido, según la preceptiva teatral de Passolini, a ciertas normas que, por un lado aluden a su libertad de protestar, abuchear o marcharse, y por otra a la de no aplaudir, bajo ningún concepto. El efecto represivo de la trasgresión de este efecto convivial de algún modo sintoniza con el efecto también represor al que obliga la casi simultaneidad de las acciones de las versiones de la historia. Se podría cuestionar esta afirmación diciendo que el derecho de elegir qué mirar o que no, que escuchar o qué no es liberador. Pero excluye. O quizás elegimos excluir porque no es lo mismo ver un seno en cualquier edición de un show televisivo de cuarta que verlo en realidad, sobre la escena, con el cuerpo expuesto de una joven actriz o de un joven actor. Es la “peligrosidad” mítica del teatro, la de presentar sin mediaciones.

Pero nada es definitivo en esta puesta. También hay mediaciones cuando una cámara, manejada por un actor lleva a la pantalla no sólo la película que se supone que filma sino lo que sucede en las otras versiones e incluso su cara, señor espectador, que aparece por momentos boquiabierta en el panel de proyección.

Los aspectos estructurales son muy finos. Escribir bien no es solo un asunto de buenas intenciones. Aquí se colocan tres marcos, tres bordes, tres “escenas 0” que introducen cada una de las versiones de la historia: un militar que introduce los datos de la familia de Richard, el militar torturador, en una especie de nueva ficción; Dahiana, la hermana melliza de una de las actrices de la obra teatral de vanguardia, Tatiana situada literalmente fuera de escena, en un hospital donde agoniza, dando cuenta del peso de los fluidos corporales que aluden a la escatología y que se acaba de “devorar el libro” de María Auxiliadora y lo va a vomitar, como todo lo que come. El tercer borde lo constituye Mandy Dreams, un icono del cine porno que introduce la película “Ana la obscena”, diciendo que ama las producciones de bajo presupuesto, aunque no es ella la que actuará, sino Amanda y Ricardo, un joven actor que tiene problemas de erección.

Por supuesto, finalmente es Calderón, la obra contiene referencias intertextuales que van desde El extraño mundo de Jack, la película dirigida por Henry Selick, (La canción de Ana no es más que una reproducción de la canción de Sally), Imperio, de David Lynch, y las voces que, abordan el micrófono para acercarnos pensamientos de los teóricos que subyacen la puesta. Una de las preguntas clave que quedan flotando en el aire – a falta de aplausos prohibidos – es ¿Cómo violas cuando violas tu pudor?

A Obscena hay que concurrir más de una vez para disfrutar todo. Pero hay que hacerse preguntas previas. Algunas podrían ser: ¿Por qué tantas cosas se duplican o triplican? (las historias, las versiones de Ana, los militares Richard, Ricardo, (¿Dick?), Susy; las mellizas, las directoras o creadoras de las ficciones de segundo grado, los bordes, los vómitos, los penes, y así sucesivamente). Otra buena cuestión sería ¿qué función cumplen las preguntas que se le hacen al público en lugar del aplauso? Quizás no sería menor preguntarse por el papel de las linternas en el antes y el después de la pieza. El tema es tan polémico que en el escenario hay dos bibliotecas que representan, justamente, las “dos bibliotecas” que se propalan sobre el tema de la obscenidad. Pero acá hay una teatralidad sin vueltas, sin lugar para las señoras que describe Passolini en su Manifiesto teatral, sin truculencias y con un compromiso actoral de tal monto que, lejos de parecer lo que fue, en principio, la prueba de egreso del Instituto de Actuación de Montevideo, encontramos más valor y solidez que en muchos de los espectáculos profesionales de la cartelera. Aprovechemos para observar a algunos rostros que no tardarán en ser conocidos, porque Calderón siempre proyecta gente talentosa a la arena pública: Victoria Pereyra como María Auxiliadora, Verónica Dobrich, como Ana, Estefanía Machado, como la actriz porno, Victoria Novick como Susy, Bruno Pereyra como Richard, Clara Mello, en el difícil papel de Reinaldita, Carolina Nasser como Élida, y quizás no continuemos porque todos merecen un destaque especial en un desempeño que sólo yerra, por momentos, en lo vocal.

Mucha gente joven agota cada fin de semana de Obscena. Es justo.

La risa se mezcla con el dolor y la tensión: Es justo.

La visión sobre la violencia social escapa a todo estereotipo y asume un lenguaje propio de la edad de los creadores que no tienen ni 30 años. Es loable.

Nuestra nota no tiene posibilidades físicas de hacerle justicia.

Podemos darle un consejo: visite el blog www.gabrielcalderon1.blogspot.com

Podemos darle otro: reserve con tiempo que, por suerte, en tiempos ambiguos. Obscena agota.

María Esther Burgueño/ Gabriela Braselli



[i] Obscena: Autor: Gabriel Calderón, Luciana Lagisquet, Alejandro Gayvoronsky, Santiago Sanguinetti. Dirección: Gabriel Calderón. Elenco: Bruno Pereyra, Carolina Naser, Clara Melo, Estefanía Machado, Federico Bertrand, Ileana Silva, Lucía Santos, Lucía Tabárez , Victoria Pereyra, Verónica Dobrich, Jonathan Kurlender, Sofía Dabarca y elenco. Espacio Palermo. Sábados y Domingos a las 22 hs.

[ii] Este trabajo es parte del estudio realizado en la Escuela de Espectadores (escueladespectadores@gmail.com) por quien escribe y la Profesora Gabriela Braselli, quien es por tanto co autora de este trabajo.

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